27 de agosto (de 2013)

Lo primero que uno podría pensar es que se tiene que ser muy patillero para hacer el primer post de la temporada con título de fecha, y más teniendo en cuenta que pasan dos días desde entonces. No obstante, si hacéis un ejercicio de memoria, os acordaréis de que el 27 de agosto es una fecha muy especial para mí, pues marca el inicio de lo que podría considerar mi absoluta independencia personal (siempre con permiso de la dona, claro está).

El hecho es que hace exactamente seis años cogí mi primer AVE destino a Madrid, en la estación de Lleida Pirineus. Ilusión, corbata, traje y rostro confiado: todo a punto para disimular la gran incertidumbre que me provocaba el primer día de mi vida laboral. Pero la chulapa capital ya tendría tiempo, en el futuro, de disfrutarla: después de pasar un par de días de trámites, mi primer destino laboral era otro; un auténtico regalo para mí: Bruselas. Por delante, casi medio año de descubrimiento personal (distinto al de la universidad, pero descubrimiento al fin y al cabo) y también de delirio* definitivo por todo lo cervecero. Joan Birraire nació ese 27 de agosto de 2007, y es por ello que un año más he querido celebrar debidamente tal efeméride.

Si hace 12 meses descorché el que para mí era el tesoro más valioso de mi bodeguita, una Chimay Grande Reserve 2007, un año después del lustro tenía ante mí una tarea difícil si quería estar a la altura. Mrs. Birraire se ofreció a preparar una cena sencilla pero rica, y a partir de aquí decidí con qué cerveza cenaría y con cual otra viviría las horas más reflexivas de la jornada, ya de madrugada.

Naturalmente, mi elección debía ser forzosamente belga. Para cenar, una cerveza que, casi sin darme cuenta, se ha convertido poco a poco en una referencia fija en mi despensa, junto con otra prima lejana suya. Recuerdo la primera vez que tomé la Oude Gueuze a l'Ancienne de Tilquin, de barril, después del primer Barcelona Beer Festival: pensé que estaba tomando algo fuera de lo común, y fíjate que rápido que evoluciona todo este mundillo que sólo un año y medio después pude beberla anticipando aromas y sabores, sabiendo de antemano lo bien que acompañaría el pescado fresco que se empeñaba en estimular mis glándulas salivales desde el plato.

Pero en un día de reafirmación Birraire como el 27A no podía faltar alguna de esas botellas que guardo para buenas ocasiones, y que son tan potencialmente ffdeables. Snifter en mano, me dirigí a la nevera y cogí una cerveza de copa, de trago corto, para beberla lentamente durante los últimos instantes del día y dejar que me acompañara en la madrugada del siguiente. De las muchas referencias belgas que atesoro, me decidí por una de las cerveceras que más me fascina, y por ser de formato de 50cl. cogí la Cuvée Freddy de Alvinne.

Con una mezcla de base de Kerasus y Mano Negra, la CF está añejada en barricas de vino de Borgoña durante un año, y presenta un perfil aromático tan complejo como delicioso, con notas de café y chocolate quemado, pero también de vinagre de Módena, caramelo, ceniza, madera, pasas o cerezas ácidas. En boca, con un fondo imponente pero bien integrado de brettanomyces lambicus, se paseaba por mi paladar sin apenas rastro de carbónico, con una densidad media-alta y un final de película, largo como las superproducciones hollywoodienses.

De acompañamiento para mi maravillosa copa, una retrospectiva personal de estos años: las personas que he podido conocer, los momentos vividos, las penas y las alegrías; y algún capitulillo suelto de una sitcom americana que ya en ese entonces de hace seis años, tan lejano y tan próximo a la vez, me ayudaba a reírme de mi entorno y de mi mismo, y a trivializar un poco mi existencia.

Como veis, una elección cervecera de carácter ácido para lo que ha sido un año agrio en muchos aspectos, pero en todos los casos a estudio con un trago dulce al final. Que compleja que es la vida, y que rica está la cerveza belga.

Salut i birra! Y bienvenidos al curso baloncestístico 2013-2014.


* (Los más hábiles habrán detectado algo entre líneas).

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