En elogio de las referencias fijas


A veces me asusta ver qué rápido pasa el tiempo. Fue a finales de 2017, véase hace año y medio, que publiqué un tweet que por algún motivo recordaba más reciente. El hecho es que tras un año en el que, como habitualmente ocurre, probé buena cantidad de cervezas distintas, encontré un desafortunado patrón común en muchas de ellas que provocó que una noche de invierno sintiera cierta necesidad de desfogarme virtualmente.



La 'cerveza con cosas', una expresión que he venido utilizando desde entonces, describe aquellas cervezas a las que se le han añadido ingredientes fuera de los esenciales, como por ejemplo fruta, vegetales, especias u otro tipo de elementos para definir su carácter. La novedad, o falta de experiencia en su uso, ha provocado refermentaciones fuera de control con efectos no deseados por la adición de microorganismos y/o azúcares no previstos.

Pero más allá de la cerveza con cosas, igualmente decepcionan algunas novedades y one-offs, ya no por la introducción de elementos sin un control preciso, sino por falta de solidez y equilibrio en las recetas.

Con este discurso no quiero escarnecer a nadie, ni parecer un cascarrabias vieja escuela, o convertirme en el defensor de las cervezas moderadas. Ni mucho menos. Es en buena parte gracias a este carácter atrevido e innovador, de las piedras con las que hemos tropezado, que estamos donde estamos. Tampoco es mi intención construir un discurso anti-tickers y anti-muestras: al final, cada uno tiene su manera de consumir cerveza, y si es la suya y le satisface seguro que es correcta.

Cierto es que el actual estado de novedad permanente en que vive nuestro mercado es un quebradero de cabeza para los cerveceros*, que en algunos casos lanzan incluso dos novedades por semana. A modo de ejemplo, Garage lanzó más de 50 cervezas distintas en 2018. Para mantener el ritmo de creatividad, las cerveceras acaban, a menudo, tirando 'cosas' a las cervezas sobre una misma receta -incluso lote- base, a fin de diferenciarlas de las habituales. La dictadura de la novedad dificulta la comercialización de lotes grandes, requiriendo de mayor esfuerzo en la canalización, y todo ello acaba encareciendo el producto en un escenario de guerra de precios cada vez más intenso.

Solidez no es sinónimo de clasicismo. He aquí un gran ejemplo.

A día de hoy, el consumidor medio de cerveza artesana quiere novedades, incluso pagando una prima. Quería no obstante, quizás a contracorriente, recoger un breve catálogo de motivos para tomar cervezas conocidas de manera recurrente:
  • El primero es tan simple como básico: beber, sin otro objetivo que la ingesta informal de la cerveza, a sabiendas -salvo sorpresa- de lo que vas a encontrar en el vaso, disfrutando de una experiencia conocida y reconfortante. Sin pensar, ni analizar, con absoluta presencia mental y armonía con el contexto en que se produce la toma.
  • El placer de encontrar una cerveza bien trabajada y compensada, contemplado su evolución y perfeccionamiento lote tras lote hasta alcanzar un equilibrio óptimo entre sus distintos elementos y el mensaje que se quiere transmitir al consumidor.
  • Observar una misma cerveza a lo largo del tiempo, desde su punto máximo de frescor hasta su oxidación, pasando naturalmente por todos los estados intermedios y decidiendo, por uno mismo, en qué momento es más satisfactoria. La evolución que tienen algunas referencias da tanto juego como probar una cerveza distinta cada vez.
  • Relacionada con la anterior, análisis de una misma cerveza en sus distintos formatos, nuevamente tomando como buenas las conclusiones prácticas personales y no las teóricas. En numerosos casos encontraríamos mayor diferencia entre una misma receta en barril y botella que en ciertas ediciones limitadas con nombre y diseños distintos.
  • Sentir, a través de la cerveza, la madurez de una empresa en la elaboración de sus productos, en su capacidad de expresarse a través de los mismos, y en la habilidad de mantener una consistencia y una calidad constantes.
  • Y, por supuesto, bebiendo repetidamente una cerveza es cuando mejor puedes analizar aspectos interesantes sobre la misma, como su bebestibilidad o digestibilidad. Asimilable, este punto, a las muestras en contraposición a las medidas estándar.
Puedo daros ejemplos concretos. Disfruto viendo la calidad constante que ofrece la Aniversari IPA de Montseny, incluso comprada en supermercado; mis sentidos se dispararon la primera vez que bebí la Mosaic Hops Collection de Espiga en lata, formato que realza una receta ya muy sólida anteriormente. Tras analizarla en una cata guiada, sentí la urgencia de comprar una caja entera de Sansa, la Amber Ale de La Pirata, tan sabrosa y fina que no duró nada.

Sigo asimismo -no sea dicho- encantado con muchas novedades que van apareciendo. Gozo bebiendo cervezas arriesgadas, como las que produce con tanto acierto últimamente La Calavera, o viendo los impresionantes frutos que está cosechando Guineu con su nueva línea de cerveza ácida. Y podría seguir.

De la Senne, paradigmo de referencias fijas asentadas y bien trabajadas.

Con la consciencia de que no voy a cambiar nada con estas líneas, sí me apetecía compartir mi entusiasmo por consumir cervezas conocidas, ya sea bebiéndolas sin pausa o degustándolas a sorbos. De una u otra forma, siempre se aprenden cosas nuevas. En todo caso, y sean cuales sean nuestros gustos y hábitos de consumo, es positivo ver que tenemos tanto que escoger, compartir y disfrutar.


Salut i birra!


* Naturalmente, depende del modelo de negocio de cada una, siendo lo anterior de aplicación especialmente para las cerveceras que tienen un enfoque menos localizado y una cierta magnitud de producción.

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