Cuando el tamaño importa (parte 2)

Como continuación al primer post de esta pequeña serie sobre proporciones, vamos a hablar de otro escenario habitual en el que el tamaño cobra importancia. Así como en la primera parte, el contenido de esta entrada también gira entorno a la capacidad de los vasos o copas que utilizamos para tomar cerveza, pero el concepto y el entorno cambian: pasamos del bar a las ferias y festivales (o incluso según qué otros eventos cerveceros).

El hecho es que hace ya unos meses, cuando incubé la idea de estos posts de opinión, estaba lavando el conjunto de la cristalería que atesoro en casa: desde la de uso habitual a la que voy acumulando a modo de pseudo-colección. En esta última categoría, cada vez más, destacan los vasos que he ido guardando de todas las ferias y festivales a las que he asistido: con logos, especificación de edición, publicidad en algunos y, en general, de una capacidad que se debate entre los 200 y los 284 ml, en función de cada caso. Pero a la vista salta que no todos cumplen exactamente con esta simplificación.

Veo, por ejemplo, la bonita copa del II Fes-t'hi de Vilanova, que marca los 25 cl pero da espacio para una más que generosa espuma; jugando otra liga, la sólida jarra del Swansea Bay Beer Festival 2013 marca la medida oficial de media pinta, aunque la experiencia me enseñó que el desarrollo del festival "desdibuja líneas" -eufemismo- y, al final del día, las jarras acaban llenas hasta arriba de cerveza no especialmente espumosa (siguiendo el discurso del post anterior, te estás tomando, al menos, un Shaker de los pequeños a precio de media pinta; no está nada mal).

Con una finalidad muy distinta, la preciosa copita de cata del V Borefts Beer Festival marca los 10 cl y deja espacio para que se genere, si procede, una cabeza imponente; y es que el festival de los neerlandeses De Molen es escenario de una de las mayores concentraciones de referencias cerveceras de talante moderno (lúpulo y grado alcohólico asegurados), y ante tan atractiva oferta uno podría fácilmente perder el norte y beber mucho más de lo que el cuerpo pide y aguanta, sediento de probar cuantas más cervezas mejor. Que listos, estos holandeses, ¿verdad?

Pues con esta bonita copa (serigrafiada cual etiqueta de la cervecera del molino) como ejemplo, lanzo la pregunta: ¿sirven todos los vasos y copas oficiales de ferias y festivales un objetivo concreto, acorde a la estructura y oferta del evento? En mi experiencia, diría que la mayoría de veces sí; o, al menos, el haber apostado por un recipiente estándar ha demostrado ser una elección versátil. O, quizás, sencillamente se haya tirado del "vaso genérico" sin dar mayor importancia a la elección de uno u otro receptáculo.

Si una cosa me llama la atención, no obstante, es que las veces en que el vaso/copa sale del genérico  descrito más arriba parece que persigue remarcar un carácter concreto: en el Fes-t'hi, con su copa, se hace hincapié en la degustación de cervezas (de invierno) de gran intensidad aromática; en el SBBF, las cervezas de sesión y el clasicismo británico relucen en la jarra; incluso en el BirraSo, el vaso de plástico es totalmente intencional, bajando del limbo de los degustadores un producto popular como la cerveza, pero con medidas justas para probar distintas de las variedades en oferta.

¿Qué se quiere promover? ¿Cuántas cervezas, y qué tipos, se van a ofertar? ¿Cuál es, al final, el objetivo de la feria? Sea por un afán pura y exclusivamente comercial o se persigan, además, otros fines, contestar a preguntas de esta índole me parece un tema clave cuando se plantea la organización de cualquier tipo de evento cervecero. No pocas veces he podido escuchar o leer quejas de que el tamaño de los vasos en las ferias cerveceras es pequeño. Para gustos colores, sin lugar a dudas; pero, por ejemplo, si más de la mitad de las cervezas ofertadas se barajan entre IPAs e Imperial Stouts no creo que el vaso de pinta sea el más adecuado, teniendo en cuenta que generalmente la gran mayoría de las ferias que se celebran en nuestra geografía tienen, por ahora, un componente más o menos importante de descubrimiento.

Asimismo, en otros casos, tamaños más generosos pueden llegar a invitar indirectamente a los asistentes a disfrutar de un evento sin una fijación enfermiza en probar todo lo que haya detrás de los mostradores, caso de que esto sea lo que se quiera transmitir al asistente.

En este sentido, soy de la opinión que el vaso debe adaptarse totalmente a lo que se está ofreciendo, además de ayudar decisivamente a destacar cuál es el papel que cumple una determinada convocatoria: si se plantea como una fiesta, como un evento para descubrir nuevas elaboraciones, para promover la borrachera colectiva, para ensalzar la cerveza como acompañante de la comida, etc.

Siempre habrá, utilizando términos de actualidad (pero sin querer meterme en fregaos), terceras vías: vaso estándar con marca de medio vaso. Una solución flexible para tratar de contentar al máximo de gente pero que, desde mi punto de vista, deja a criterio del visitante el tipo de evento al que asiste. El tamaño, y en este caso el formato, importa; y, desde luego, se trata de una característica propia notable para un evento.

Está claro que no nos encontramos, ni mucho menos, en el punto en que el éxito de una feria o festival se mida por detalles como la magnitud y la forma de un vaso; sólo anunciarlo parece ridículo. Sin embargo, es en la definición de detalles tan sutiles y, sobre el papel, tan insignificantes como los descritos donde se pueden palpar cosas tan importantes como la alineación a una estrategia debidamente planteada y ejecutada. Emprender, sea en microcerveceras o en eventos, no es tarea fácil en los tiempos que vivimos: aunque nos sobrara el dinero, no resulta conveniente subestimar el poder de una buena planificación y la definición clara de metas. Elegir, pues, adecuadamente uno de los principales medios de interacción (el vaso) de los visitantes con el evento requiere, según mi punto de vista, de una reflexión profunda sobre objetivos, oferta y contenidos.

Me gustaría saber qué opinión os merece, por lo general, la capacidad de los vasos en los varios eventos cerveceros que podemos disfrutar por todo el país; y, si no me habéis tomado por loco, saber si alguien comparte mis extrañas teorías (o, incluso, si alguien tiene alguna de más estrafalaria). Yo por mi parte puedo aseguraros que desde ese día, el que os comentaba, aquel en que llevaba a cabo una tarea doméstica tan trivial como limpiar vasos, empecé a evaluar las ferias y festivales por el formato de su vaso.


Salut i birra!

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