Mi Beerano Cervecero '13 (#MBC13)

Aprovechando la convocatoria veraniega que nos brinda Pau con esta nueva iniciativa colaborativa llamada #MBC13 (Mi Beerano Cervecero '13), voy a empezar a hablaros del viaje que ha ocupado mis cortas pero intensas y gratificantes vacaciones veraniegas de este año.

Por temas de extensión, así como hiciera con el viaje a Canadá, voy a partir mis historias en distintos posts para poder hablar largo y tendido de varios temas y experiencias que me parecen interesantes en relación al viaje de este verano. En el caso que hoy nos ocupa, y dado que el llamamiento era para escribir sobre anécdotas o vivencias concretas, me centraré en uno de los mejores momentos cerveceros vividos por los alpes, sin entrar aún en lo que será la serie de entradas dedicadas a Suiza (que espero poder atajar a partir de la semana que viene).

Más allá de una lamentable sin alcohol suiza (Moussy) que tomé en Egipto poco antes del arranque de la primavera árabe, mi experiencia previa con cervezas del país alpino era nula hasta que el año pasado la Brasserie des Franches Montagnes desembarcará por aquí, con unas de mis elaboraciones favoritas del momento. Pero más allá de BFM, que es un auténtico punto y a parte respecto a lo que se produce generalmente en la Confederación Helvética, desconocía por completo qué tomaban los suizos cuando se acercaban al bar. En este sentido, y como el año pasado, nuestro viaje no tenía fines cerveceros concretos; pero naturalmente uno no deja pasar la oportunidad de acercarse a bares, brewpubs, supermercados, tiendas especializadas e, incluso, alguna que otra brasserie si se presenta la oportunidad. Así que no tenía duda de que, de vuelta a casa, conocería algo más acerca del panorama cervecero de este pequeño país europeo.

Y la primera ocasión la tuve durante la primera jornada de viaje: después de recorrernos muchos de los parajes de mayor belleza del área del Berner Oberland, en un día espléndido y soleado para tener lujosas panorámicas de los picos Eiger, Mönch y Jungfrau, decidimos subir a la minúscula municipalidad de Wengen para relajarnos después de una mañana intensa de excursiones. Fue allí cuando, por necesidad de comprar sal para la cena, entramos en una de las extendidas cooperativas de consumo que tienen por la zona (Coop), y como podéis imaginaros no pude dejar pasar la oportunidad de observar qué escondía el apartado de bebidas.

Dos referencias de cerveza suiza bajaron con nosotros hasta el apartamento que alquilamos en Schwendi, y pronto procedí a ponerlas en el frigorífico para dar buena cuenta de ellas después de pasear por Grindelwald para abrir el apetito. El momento que esperaba llegó, y con ganas cogí el abridor y me serví una botella de 50cl. de la Rugenbräu Naturtrüβes Zwickel Bier en el vaso de pinta que me había traído de casa.

No era la mejor cerveza del mundo; ni la de Suiza; ni probablemente tampoco la del Cantón de Berna. El vaso utilizado distaba de lo que, sobre el papel, debería ser ideal para el tipo de cerveza que estaba consumiendo. Sin embargo, después de un día de intensidad física y grandes paisajes berneses, nada me podría haber parecido más maravilloso que tomar esa fresca y melosa cerveza local, con unas vistas algo nubladas ya, pero brillantes en mi recuerdo, de la imponente silueta nevada del Eiger.

"Esta es una de las razones por las que bebo cerveza", comenté a Mrs. Birraire. Con un paisaje alpino de excepción, sentado al lado de mi mujer en una terracita-patio común con el resto de apartamentos de la preciosa casa de madera en la que nos hospedamos, libro en mano y cerveza bernesa en vaso, se presentó uno de esos momentos revelación que te susurran al oído y te enseñan que, al menos en eso, vas por el buen camino. El eslogan de Rugenbräu no podía parecerme más acertado en ese momento: Die Biergenuss aus dem Berner Oberland (algo así como "El goce cervecero del Berner Oberland")

Aquella cerveza fina y dorada, tan levemente turbia que apenas era perceptible, con una cabeza imperial de color blanco perla, exprimía sus activos para descubrir su gran atractivo: una nariz acerealada, herbal y suave; y un sabor redondeado por los toques de levadura y algunos matices cítricos lejanos, presentando un agradable cuerpo medio y una bebibilidad de excepción. Ninguna cerveza podía parecer más idónea para ese instante de simplicidad.

Las vistas desde la terracita
eran excepcionales...
En un escenario social y económico como el actual, en el que se ha sobreregulado en muchos ámbitos para atajar la complejidad de la crisis financiera, empiezan a salir voces a favor de la simplificación normativa, con un fondo que también apela a la simplicidad en el día a día; en la vida, en general. Parecerá una comparación patillera, y probablemente lo sea, pero en este mismo escenario, en el de una sociedad crecientemente compleja, y en el del boom cervecero de este país, me uno a las voces que hacen proselitismo de lo simple, reivindicando la figura de cervezas como la Naturtrüβes Zwickel Bier, que tanto disfrute esconden bajo su carácter discreto.

Sí, ya sé que últimamente estoy pesado con la normalidad y las cervezas simples, y de hecho algún post de la serie suiza de los que vendrá podría interpretarse que me contradice (aunque no sea el caso); pero cada vez más uno se da cuenta de que la cerveza no tiene que ser el protagonista principal de todos los actos. En ese momento #MBC13, la Rugenbräu me ayudó a saciar la sed, a reponer fuerzas, y a que la compañía de mi mujer, las vistas y la lectura fueran aún más agradables.

Y hasta aquí Mi Beerano Cervecero. Dar la enhorabuena por la convocatoria al buen compañero Lúpuloadicto, deseando que la convocatoria cumpla con las buenas expectativas generadas cuando fue anunciada. Espero que sigamos la racha de posts comunitarios y pronto tengamos otra excusa para "juntarnos" virtualmente todos por aquí.

Salut i birra!

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