Zwanze Day 2013...

Seis de la tarde en una estrecha y serpenteante carretera comarcal del prelitoral catalán. El paisaje de viñedos del Penedès daba, finalmente, color al largo viaje por autopista que me había conducido hasta allí, mientras el aire fresco y ligeramente floral que entraba por la ventana empezaba a agudizar mis sentidos en vísperas a una jornada que prometía grandes sensaciones organolépticas. Crucé por primera vez el río Mediona, y ante la cercanía de mi destino empecé a repasar mentalmente el recuerdo de un camino que había recorrido dos años y medio antes* para descubrir un pequeño templo en forma de masía, donde el tiempo pasa más lentamente y la cerveza fluye como el agua de un manantial.

Una vez llegado a destinación, aparcar el coche fue tarea fácil: estaba en medio de la nada, y dos alegres mozos de rostro familiar me dieron claras indicaciones del sitio óptimo para el estacionamiento de mi vehículo, a sabiendas de que mi visita no sería precisamente la única del día. Salí del automóvil con las manos en los bolsillos y después de andar 50 metros, con música de ambiente ya sonando, cruce el umbral de aquel paraje que siempre tiene la puerta abierta a todo el mundo: la Masia Agullons.

Después de saludar a anfitriones y a algunos de los selectos invitados más tempraneros, me concentré en llevar a cabo la tarea para la que se me había citado: relajarme, disfrutar y beber cervezas de excepción. No es precisamente cada día que uno puede tomar lambics de Cantillon de barril, y es por ese motivo que di buena cuenta de la Gueuze 100% Lambic Bio y de la inmensa Kriek 100% Lambic de presión. De la casa, cayeron repetidas medias pintas de la fresquísima Ales Agullons Galaxy, que se presenta como una celebración líquida de este afrutado lúpulo australiano.

El evento no tenía ningún tipo de orden ni concierto: espontánea como muchas de las cervezas presentes, la atmósfera exudaba tranquilidad y compañerismo, naturalidad y humanidad; todo ello provocado, sin lugar a dudas, por la enorme hospitalidad de Carlos y Montse, que de todas sus virtudes para mí sigue siendo, de lejos, la que más claramente manifiestan. Para un cervecero empedernido, momentos así no tienen precio.


El único momento del día que, obviamente, sí estaba programado tenía lugar a las 21h: de forma simultánea en 46 locales y 14 países distintos de todo el mundo, se pinchaba el barril especial preparado por la  Brasserie Cantillon, que en esta ocasión denominaron Cureghem en honor a la antigua abadía medieval sobre la que, no hace mucho, descubrieron que estaba construida la actual fábrica de la ácida cervecera bruselense. De hecho, la Cureghem parte de una receta que aparece en los antiguos libros encontrados durante el hallazgo, recreando así la cerveza que se bebía en aquella abadía en plena Edad Media.

La cerveza no se trataba de una lambic, pues contaba con una base de cerveza de alta fermentación; pero la fabricación en un entorno "salvaje" y la adición de un 10% de lambic le daba un marcado carácter ácido, más pronunciado si cabe por su paso por barricas de distinta procedencia, que le otorgaban una amplia gama de matices. Con una potencia de 7,2 ABV, contrastaba con las demás referencias del día, más fácilmente sesionables.

El año pasado, amargamente, me perdí esta auténtica oda a la cerveza que representa el Zwanze Day. Esta vez, sin embargo, tenía claro a lo que iba cuando conducía; gocé de ello mientras duró la cita; y, finalmente, al marcharme, reflexioné acerca de la excepcionalidad absoluta de poder asistir a un evento de estas características sin tener que recorrer kilómetros y kilómetros de distancia. Así como ya expresé hace unos meses respecto del Drunk Monk, parece una locura que cualquier amante de la cerveza pueda llegar a desperdiciar oportunidades de esta magnitud sin iusta causa**.


Por mi parte, profundamente agradecido estoy de poder haber compartido esos momentos de tan alta calidad (¿premium?) con buenos compañeros de aquí y de allí; aunque, especialmente, me siento afortunado de haberlos compartido con la familia hospedadora: por su noble talante, su amabilidad y su sentido de hospitalidad. Es por su saberhacer cervecero y su calidez humana que contamos en este país con una celebración tan exclusiva; una velada de disfrute que, salvo causa mayor, espero repetir año tras año.


Salut i birra!


* Impresionante como ha cambiado la longitud de mis entradas en este corto periodo de tiempo... Supongo que la novedad de tener un blog me hacía ser más precavido, mientras buscaba un estilo propio y diferenciado.
** Aunque cabe destacar que la coincidencia horaria con el Jazz&Beer de Cornellà de Llobregat fue absoluta mala suerte. El sábado fue uno de esos días en que te gustaría estar en dos sitios a la vez.

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