Vivir entre fermentadores...

A propósito de una quedada homebrewer a la que asistí a principios de verano (alguno podría sospechar que casi me colé, pero fui invitado), empecé a reflexionar sobre el papel de los homebrewers dentro de nuestro panorama cervecero. No es que hasta entonces los cerveceros caseros, como colectivo, hubieran pasado totalmente inadvertidos para mí, pero compartir unas cuantas y cualitativas horas con un selecto grupillo de geeks cerveceros con preocupaciones (sin embargo) muy distintas a las mías me dio mucho que pensar.

Empezamos por el principio: ¿qué significa home brew? Según Merriam Webster, se trata de una bebida alcohólica (como la cerveza) hecha en casa. Por ende, un homebrewer deberíamos entender que es quien lleva a cabo el proceso de elaboración de dicha bebida.

La siguiente cuestión, sería establecer qué diferencia a un homebrewer de un productor, viendo que no todos ellos tienen unas instalaciones con registro sanitario para producir. En este sentido, muchos productores siguen siendo homebrewers por ocio, o por inversión en I+D para su profesión, radicando la diferencia, básicamente, en que las cocciones de un cervecero casero no tienen un destino comercial, salvo en el caso de las ventas en algunas ferias cerveceras. Fuera de esto, y dentro de la legalidad vigente (que a la praxis, también hay que decirlo, no siempre se ha aplicado rigurosamente), en tiendas y bares no deberían venderse productos de homebrewing, elaborados en instalaciones sin registro sanitario.

Algunos homebrewers deciden, de manera ocasional o continuada en el tiempo, hacer cocciones de sus recetas en instalaciones ajenas mediante el alquiler de éstas, pudiendo así sacar al mercado un producto que pueda comercializarse en establecimientos concretos para la venta al público general. Son bastantes los que tienen en el punto de mira la posibilidad de llegar a vender su cerveza, y quien sabe si quizás reorientar su vertiente profesional. Pero muchos otros aficionados a la elaboración casera de cerveza no piensan en sacar sus creaciones al mercado, disfrutando sencillamente del hecho de producir cerveza, y de todo lo que conlleva.

"¿Y qué conlleva?", se preguntará más de uno. Primero, y especialmente, se trata simplemente de una afición: hay gente que disfruta del kitesurf; otros cazan ardillas para disecarlas; y unos pocos, aunque su número aumenta constantemente, gozan elaborando cerveza. A partir de esta premisa, un sinfín de causas y posibilidades: elaborar para los allegados; conocer bien los procesos y las materias, y en consecuencia la cerveza; para expresar arte y/o belleza mediante una creación líquida; como pasatiempos puro y duro; etc.

Si una cosa me impresiona positivamente de la mayoría de homebrewers que caen en este segunda categoría establecida es la pasión auténtica que desprenden por su gran afición. Son habituales los encuentros para probar las cervezas elaboradas, intercambiar conocimientos sobre técnicas y procesos, compartir recetas e incluso hacer pequeñas competiciones sobre estilos cerveceros concretos. Aunque he compartido buenos momentos con algunos, no conozco en profundidad a ninguno de ellos, pero estoy seguro que más de uno y de dos disfruta más elaborando que bebiendo cerveza, dedicando un espacio temporal y físico más que relevante a esta singular actividad productiva.

Realmente, los homebrewers son un grupo que se mueve de manera decisiva por su hobby, como lo demuestra, como ejemplo que me pilla de cerca, el hecho de que una de las actividades más exitosas del Barcelona Beer Festival 2013 fuera la que dirigió Roger Plata (La Microcerveseria de Sabadell), dedicada enteramente a los homebrewers, en un horario no precisamente preferente. La asistencia, pero especialmente el interés e interacción de cada uno de los asistentes, fueron clave para ello. Me entusiasma cuando, en sociedad, conozco a gente que vive sus pasiones de esta manera: son un ejemplo para el resto.

El home brewing es, pues, una realidad que está allí, que transpira pasión por cada uno de los poros del cuerpo de sus aficionados. Son, para mí, una de las máximas expresiones de cultura cervecera que tenemos en nuestro país que sirven, a su vez, de termómetro de madurez: en cantidad y calidad de producción; un notable reflejo de lo que se está ofreciendo en la calle. No en vano, en los países de gran tradición son muchos los que producen desde hace años en sus domicilios; y por lo poco que he probado, no lo hacen precisamente mal.

Es en situaciones como ésta que muchos se preguntan el porqué no sacar a la luz creaciones de tal calibre, y es precisamente la respuesta a ésto lo que hace tan especial la elaboración casera de cerveza: ¿y por qué sí? He aquí la magia de estos locos del compartir, del devorar libros, del adquirir conocimiento y, naturalmente, de la cerveza como manifestación gastronómica y cultural.

Desde luego, el reconocimiento a este silencioso pero trabajador grupo de personas es algo que debe ir en aumento. Después de presentarse, sobre el año 2000, en forma de brotes verdes de lo que es hoy en día el panorama microcervecero local, llevaban a mi entender un tiempo durante el que se ha hablado muy poco sobre su actividad, eclipsados en gran parte por la naciente industria microcervecera de este país. No obstante, desde finales de 2012 detecté un aumento progresivo de interés en los homebrewers, materializado en varios eventos y actividades a lo largo de 2013.

En este sentido, y en clave del libro que sacamos Jordi Expósito y un servidor, tenemos claro que debemos incorporar esta parte de patrimonio cultural cervecero en una publicación como la Guia de Cerveses de Catalunya. Es complicado el cómo, por la falta de información sobre quién elabora y por imposibilidad de abastar el movimiento entero; pero el reconocimiento a la labor de fondo de los homebrewers tiene que estar presente como parte de lo que significa para la cerveza en Catalunya, sin lugar a dudas. Son, además, muchos de ellos la cantera que un día nos hará gozar con sus producciones hechas bajo registro sanitario, como tantos y tantos de nuestros microcerveceros hacen ya hoy en día.

Sin embargo, para mí, la mayor virtud de los homebrewers es su posicionamiento en cuanto a la cerveza: humilde, silencioso, de picar piedra; de aprender y compartir; de mentalidad abierta, dispuestos a aprender de los demás; de formación individual y colectiva, admitiendo los errores y sin miedo a preguntar. De ellos, de su ejemplo, deben aprender y bastante algunos productores: nunca se sabe suficiente de nada, en esta vida. Y, porque no, también el resto de gente que de una manera u otra estamos vinculados a la industria cervecera podemos tomar nota de ello: empezando, no me cabe ninguna duda, por el colectivo de blogueros cerveceros.

Éste es en mi opinión, pues, el gran triunfo de los cerveceros caseros.


Salut i birra!


PD: Para más información acerca de los homebrewers, su actividad, organización, recursos y discusiones, algunos enlaces:


Nota: Las dos primeras imágenes están sacadas de aquí

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